La oración
Como todos los problemas humanos profundos, la oración es un asunto completo que no puede ser tratado a la ligera requiere paciencia, investigación cuidadosa y tolerante, y uno no puede exigir conclusiones y decisiones definidas. Sin comprenderse a sí mismo, aquel que reza puede, por obra de su misma oración, verse conducido al autoengaño.
A veces escuchamos decir a la gente, y algunas personas me lo han dicho, que cuando rezan por cosas mundanas dirigiéndose a lo que ellas llaman Dios, sus plegarias les son a menudo otorgadas. Si tienen fe, y según sea la intensidad de su plegaria, lo que busca salud, bienestar, posesiones mundanas ?finalmente lo obtienen.
Si uno se entrega a la oración suplicante, ésta trae su propia recompensa; la cosa que uno pide le es a menudo concedida, y esto da fuerza a súplicas futuras. Después, está la oración no por cosas o por personas, sino por experimentar la realidad, Dios, la cual también es frecuentemente respondida; y existen aún otras formas de oración suplicante, formas más sutiles y tortuosas, pero, con todo, son oraciones que suplican, imploran, ofrecen. Todas estas oraciones, estas plegarias, tienen su propia retribución, traen sus propias experiencias, pero ¿conducen a la realización de la realidad suprema?
¿No somos, acaso, el producto del pasado, y no estamos, por ende, relacionados con el enorme depósito de codicia y odio, así como de sus opuestos? Ciertamente, cuando hacemos una petición, u ofrecemos una plegaria suplicante, estamos dirigiendo un llamado a este depósito de codicia acumulada etcétera el cual trae realmente su propia retribución, y tiene su propio precio [...]. La súplica a otro, a algo externo, ¿da origen a la comprensión de la verdad?
De "El libro de la vida"
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