En primer lugar, ¿nos damos cuenta cada uno de nosotros de que tenemos ideales, y de que, teniendo esos ideales, procuramos ponerlos en práctica o vivir en conformidad con ellos, o aproximarnos a ellos? Consideremos el problema de la violencia. Tenemos el ideal de la "no violencia" y tratamos de practicar ese ideal en nuestra vida diaria. O considerad cualquier otro ideal de los que tenéis. Tratamos de vivir de acuerdo con él en todo momento, de ponerlo en práctica, si somos sinceros y si no vivimos tan sólo en el nivel verbal. Y eso implica tiempo, una dedicación constante, una serie de fracasos, y así sucesivamente.
¿Por qué tenemos ideales? ¿Por qué tenemos toda una colección de ellos? ¿Acaso mejoran nuestra vida? ¿Y la virtud ha de lograrse por una disciplina constante? ¿La virtud es un resultado? ¿O es algo enteramente distinto? Considerad la humildad. ¿Podéis practicar la humildad? ¿O la humildad nace cuando el "yo" no es importante? Entonces el "yo" y "lo mío" no predominan. Pero si hacemos de eso un ideal, es decir, que el "yo" no debe predominar, entonces surge la pregunta: ¿cómo llegar a ese estado? De suerte que todo ese proceso es muy complicado y quimérico, ¿verdad? Tiene que haber un enfoque diferente del problema, ¿no es así? ¿Una colección de ideales no resulta un escape? Ella, en efecto, nos da tiempo para entretenernos. Decimos: "Estoy poniéndolo en práctica; me estoy disciplinando; un día seré tal cosa; es necesario ir poco a poco, para evolucionar hacia ello". Bien conocéis todas las diversas explicaciones que damos.
Ahora bien, ¿existe un enfoque diferente? Porque podemos ver que eso de disciplinarse constantemente en pos de un ideal, eso de aproximarse a un ideal, no ofrece, en realidad, la solución del problema. No somos más bondadosos. No somos menos violentos. Tal vez lo seamos superficialmente, pero no en el fondo. ¿Cómo ha de estar uno, pues, exento de codicia, sin tener el ideal de la "no codicia"? Suponed, por ejemplo, que soy codicioso o que soy mezquino, o iracundo, o cualquiera de esas cosas. El proceso corriente es tener un ideal y tratar de acercarse a ese ideal en todo momento, mediante la práctica, la disciplina, etc. ¿Me libra eso de la codicia, de la ira, de la violencia? Lo que me librará de la violencia es estar libre de mi deseo de ser algo, de mi deseo de ganar algo, de proteger algo, de lograr un resultado, etc.
Así, pues, nuestra dificultad estriba en que, teniendo esos ideales, existe ese constante deseo de ser algo, de llegar a ser algo; y esa es, en realidad, la médula de la cuestión, ¿no es así? Después de todo, la codicia o la ira es una de las expresiones del "yo", del "ego"; y mientras ese "yo" persista, la ira continuará. Disciplinarlo, simplemente, para que funcione de un modo determinado, no lo libra de la ira. Ese proceso sólo acentúa el "ego", el "yo", ¿no es cierto?
Ahora bien, si me doy cuenta de que soy iracundo o codicioso, ¿necesito pasar por todo ese proceso disciplinario a fin de librarme de esa falla? ¿No hay otra manera de abordarla, un modo distinto de atacarla? Sólo puedo atacarla de manera distinta cuando ya no siento placer en la sensación. La ira me produce una sensación de placer, ¿no es así? Aunque después pueda disgustarme, de momento hay en ella excitación. Es un desahogo. Paréceme, pues, que lo primero es darse cuenta de ese proceso, ver que el ideal nada extirpa. Es, simplemente, una forma de aplazamiento. Es decir, para comprender algo, debo prestarle completa atención; y un ideal es simplemente una distracción que me impide consagrar plena atención a ese sentimiento o a esa condición en un momento dado. Si me doy cuenta plenamente, si presto plena atención a la condición que llamo codicia, sin que me distraiga un ideal, ¿no estoy entonces en situación de comprender la codicia y de ese modo disolverla? Como veis, estamos demasiado acostumbrados al aplazamiento, y los ideales nos ayudan a aplazar; mas si podemos descartar todos los ideales porque comprendemos los escapes y la cualidad dilatoria de los mismos, y encaramos la cosa tal cual es, directa e inmediatamente, prestándole nuestra plena atención, entonces, de seguro, existe una posibilidad de transformarla.
Si me doy cuenta de que soy violento, si lo percibo sin tratar de transformar dicha condición ni de volverme "no violento"; si simplemente me doy cuenta de ello, entonces, por el hecho de consagrarle mi plena atención, descubro las diversas cosas que la violencia implica, y a causa de ello prodúcese sin duda en mí una transformación interior. Pero si practico la "no violencia" o la "no codicia", o lo que os plazca, entonces no hago más que postergar -¿no es así?- porque no presto atención a lo que es, o sea a la codicia o violencia. Como sabéis, casi todos tenemos ideales, ya sea como un medio de aplazar, o para ser algo, para lograr un resultado. El deseo mismo de llegar a ser el ideal, evidentemente, encierra violencia. En el esfuerzo mismo de llegar a ser algo, en el hecho mismo de avanzar hacia una meta, está sin duda involucrada la violencia, ¿no es verdad? Observad que todos deseamos ser algo. Deseamos ser felices, deseamos ser más bellos, deseamos ser más virtuosos, deseamos ser más y más.
Ciertamente, el deseo mismo de algo más, encierra violencia, codicia. Pero si nos damos cuenta de que, mientras más deseamos ser algo, mayor conflicto existe, entonces podemos ver que el ideal contribuye tan solo a acrecentar nuestro conflicto, lo cual no significa que yo esté satisfecho con lo que soy. Por el contrario. Mientras yo desee ser algo más, tiene que haber conflicto, dolor, ira, violencia. Si eso lo siento realmente, si me afecta profundamente, si lo veo, si me doy cuenta de ello, entonces soy capaz de habérmelas de inmediato con el problema, sin tener una colección de ideales que me estimulen a ser esto o aquello. Entonces mi acción es inmediata, mi relación con ello es directa.
Del libro "El conocimiento de uno mismo"
¿Por qué tenemos ideales? ¿Por qué tenemos toda una colección de ellos? ¿Acaso mejoran nuestra vida? ¿Y la virtud ha de lograrse por una disciplina constante? ¿La virtud es un resultado? ¿O es algo enteramente distinto? Considerad la humildad. ¿Podéis practicar la humildad? ¿O la humildad nace cuando el "yo" no es importante? Entonces el "yo" y "lo mío" no predominan. Pero si hacemos de eso un ideal, es decir, que el "yo" no debe predominar, entonces surge la pregunta: ¿cómo llegar a ese estado? De suerte que todo ese proceso es muy complicado y quimérico, ¿verdad? Tiene que haber un enfoque diferente del problema, ¿no es así? ¿Una colección de ideales no resulta un escape? Ella, en efecto, nos da tiempo para entretenernos. Decimos: "Estoy poniéndolo en práctica; me estoy disciplinando; un día seré tal cosa; es necesario ir poco a poco, para evolucionar hacia ello". Bien conocéis todas las diversas explicaciones que damos.
Ahora bien, ¿existe un enfoque diferente? Porque podemos ver que eso de disciplinarse constantemente en pos de un ideal, eso de aproximarse a un ideal, no ofrece, en realidad, la solución del problema. No somos más bondadosos. No somos menos violentos. Tal vez lo seamos superficialmente, pero no en el fondo. ¿Cómo ha de estar uno, pues, exento de codicia, sin tener el ideal de la "no codicia"? Suponed, por ejemplo, que soy codicioso o que soy mezquino, o iracundo, o cualquiera de esas cosas. El proceso corriente es tener un ideal y tratar de acercarse a ese ideal en todo momento, mediante la práctica, la disciplina, etc. ¿Me libra eso de la codicia, de la ira, de la violencia? Lo que me librará de la violencia es estar libre de mi deseo de ser algo, de mi deseo de ganar algo, de proteger algo, de lograr un resultado, etc.
Así, pues, nuestra dificultad estriba en que, teniendo esos ideales, existe ese constante deseo de ser algo, de llegar a ser algo; y esa es, en realidad, la médula de la cuestión, ¿no es así? Después de todo, la codicia o la ira es una de las expresiones del "yo", del "ego"; y mientras ese "yo" persista, la ira continuará. Disciplinarlo, simplemente, para que funcione de un modo determinado, no lo libra de la ira. Ese proceso sólo acentúa el "ego", el "yo", ¿no es cierto?
Ahora bien, si me doy cuenta de que soy iracundo o codicioso, ¿necesito pasar por todo ese proceso disciplinario a fin de librarme de esa falla? ¿No hay otra manera de abordarla, un modo distinto de atacarla? Sólo puedo atacarla de manera distinta cuando ya no siento placer en la sensación. La ira me produce una sensación de placer, ¿no es así? Aunque después pueda disgustarme, de momento hay en ella excitación. Es un desahogo. Paréceme, pues, que lo primero es darse cuenta de ese proceso, ver que el ideal nada extirpa. Es, simplemente, una forma de aplazamiento. Es decir, para comprender algo, debo prestarle completa atención; y un ideal es simplemente una distracción que me impide consagrar plena atención a ese sentimiento o a esa condición en un momento dado. Si me doy cuenta plenamente, si presto plena atención a la condición que llamo codicia, sin que me distraiga un ideal, ¿no estoy entonces en situación de comprender la codicia y de ese modo disolverla? Como veis, estamos demasiado acostumbrados al aplazamiento, y los ideales nos ayudan a aplazar; mas si podemos descartar todos los ideales porque comprendemos los escapes y la cualidad dilatoria de los mismos, y encaramos la cosa tal cual es, directa e inmediatamente, prestándole nuestra plena atención, entonces, de seguro, existe una posibilidad de transformarla.
Si me doy cuenta de que soy violento, si lo percibo sin tratar de transformar dicha condición ni de volverme "no violento"; si simplemente me doy cuenta de ello, entonces, por el hecho de consagrarle mi plena atención, descubro las diversas cosas que la violencia implica, y a causa de ello prodúcese sin duda en mí una transformación interior. Pero si practico la "no violencia" o la "no codicia", o lo que os plazca, entonces no hago más que postergar -¿no es así?- porque no presto atención a lo que es, o sea a la codicia o violencia. Como sabéis, casi todos tenemos ideales, ya sea como un medio de aplazar, o para ser algo, para lograr un resultado. El deseo mismo de llegar a ser el ideal, evidentemente, encierra violencia. En el esfuerzo mismo de llegar a ser algo, en el hecho mismo de avanzar hacia una meta, está sin duda involucrada la violencia, ¿no es verdad? Observad que todos deseamos ser algo. Deseamos ser felices, deseamos ser más bellos, deseamos ser más virtuosos, deseamos ser más y más.
Ciertamente, el deseo mismo de algo más, encierra violencia, codicia. Pero si nos damos cuenta de que, mientras más deseamos ser algo, mayor conflicto existe, entonces podemos ver que el ideal contribuye tan solo a acrecentar nuestro conflicto, lo cual no significa que yo esté satisfecho con lo que soy. Por el contrario. Mientras yo desee ser algo más, tiene que haber conflicto, dolor, ira, violencia. Si eso lo siento realmente, si me afecta profundamente, si lo veo, si me doy cuenta de ello, entonces soy capaz de habérmelas de inmediato con el problema, sin tener una colección de ideales que me estimulen a ser esto o aquello. Entonces mi acción es inmediata, mi relación con ello es directa.
Del libro "El conocimiento de uno mismo"
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