¿Por qué es que tenemos tanto terror a la muerte? Porque la muerte es lo desconocido. No sabemos lo que va a suceder mañana; no sabemos, en realidad, lo que va a ocurrir. Aun cuando edificamos para el mañana, nada sabemos realmente de un modo positivo; y por eso existe siempre el temor al mañana. De suerte que el temor es el factor dominante, por la incapacidad de hacer frente a lo desconocido; y es por eso que continuamos llevando el día de hoy al de mañana. Eso es lo que hacemos, ¿no es cierto? Damos continuidad a nuestra idiosincrasia, a nuestros celos, a nuestras estupideces, a nuestros recuerdos; y, dondequiera que estemos, cargamos con ellos de un día para el otro. ¿No es eso lo que hacemos? Y por eso uno no muere, y solo asegura la continuidad. Se trata de un hecho. Nuestro nombre, nuestras acciones, las cosas que hacemos, nuestra propiedad, el deseo de ser ?todo eso da continuidad.
Ahora bien, es obvio que aquello que continúa no puede renovarse. Sólo puede haber renovación cuando hay un final. Si mañana sois los mismos que sois hoy, ¿cómo puede haber renovación? Es decir, si estáis apegados a una idea, a una experiencia, que habéis tenido ayer y que deseáis que continúe mañana, no hay renovación; hay una continuidad del recuerdo que deja la sensación de esa experiencia, pero la experiencia misma está muerta. Existe solamente el recuerdo de la sensación de esa experiencia; y es esa sensación lo que deseáis que continúe. Y donde hay continuidad, evidentemente, no hay renovación. Y, sin embargo, eso es lo que la mayoría de nosotros desea: deseamos continuar.
Deseamos continuar con nuestras preocupaciones, con nuestros placeres, con nuestros recuerdos; y por eso la mayoría de nosotros somos realmente incapaces de crear. No existe posibilidad de un renacimiento, de una renovación. Antes bien, si cada día muriésemos, si terminásemos al final de cada día con todas nuestras preocupaciones, con todos nuestros celos, con todas nuestras idioteces y vanidades, con nuestra cruel murmuración, con todo eso tan conocido; si cada día llegásemos a un final y no trasladásemos todo eso al mañana, entonces habría una posibilidad de renovación, ¿no es cierto?
Así, pues, ¿por qué acumulamos? ¿Y qué es lo que acumulamos, fuera de muebles y algunas otras cosas? ¿Qué es lo que acumulamos? Ideas, palabras y recuerdos, ¿no es así? Y con esas cosas vivimos; somos esas cosas. Con esas cosas queremos vivir, queremos continuar. Pero si no continuásemos, habría la posibilidad de una nueva comprensión, de una nueva oportunidad. Esto no es metafísico, esto no es algo fantástico. Experimentad con ello vosotros mismos y veréis que ocurre una cosa extraordinaria. ¿Cómo se preocupa la mente por un problema una y otra vez, cada vez más, día tras día? Una mente así es incapaz, evidentemente, de ver algo nuevo, ¿no es cierto? Estamos enredados en nuestras creencias: religiosas, sociológicas o de cualquiera otra índole; y uno mismo es esas creencias. Las creencias son palabras, y la palabra cobra importancia; y así vivimos en una sensación que deseamos continúe, y por lo tanto no hay renovación. Pero si uno no continúa, si no da continuidad a una preocupación, sino que medita al respecto, penetra plenamente en ella y la disuelve, entonces la mente está despejada para enfrentar alguna otra cosa de un modo nuevo.
Mas la dificultad estriba en que casi todos deseamos vivir en el pasado, en los recuerdos pasados, o en el futuro, en las esperanzas y anhelos del porvenir; lo que indica que el presente no es significativo, por lo cual vivimos en el ayer y en el mañana y damos continuidad a ambos. Si uno realmente experimenta con esto, muriendo de veras cada día, cada minuto, para todo aquello que ha acumulado, surge una posibilidad de inmortalidad. La inmortalidad no es continuidad, la cual es tiempo, simplemente. Sólo hay continuidad para la memoria para las ideas, para las palabras. Pero cuando se está libre de continuidad, entonces hay un estado de "atemporalidad" que no puede comprenderse si sois mero resultado de la continuidad. Por tanto, es importante morir cada minuto y nacer otra vez, no como erais ayer. Esto es muy importante, en realidad, si queréis profundizarlo seriamente.
Porque en esto existe una posibilidad de creación, de transformación. Y la vida de casi todos nosotros es tan desdichada porque no sabemos cómo renovarnos; estamos agotados, nos vemos destruidos por el ayer, por los recuerdos, los reveses, las desdichas, los incidentes, los fracasos del ayer. El ayer pesa sobre nuestra mente y corazón; y con esa carga queremos comprender algo que no puede ser comprendido dentro de los límites del tiempo. Y por eso es esencial, si uno ha de ser creador en el sentido profundo de la palabra, que haya muerte para todas las acumulaciones de cada minuto. Esto no es fantástico, esto no es una experiencia mística. Uno puede experimentar esto directamente, simplemente, cuando uno comprende todo el significado de cómo el tiempo, como continuidad, impide la "creatividad".
Del libro "El conocimiento de uno mismo"
Ahora bien, es obvio que aquello que continúa no puede renovarse. Sólo puede haber renovación cuando hay un final. Si mañana sois los mismos que sois hoy, ¿cómo puede haber renovación? Es decir, si estáis apegados a una idea, a una experiencia, que habéis tenido ayer y que deseáis que continúe mañana, no hay renovación; hay una continuidad del recuerdo que deja la sensación de esa experiencia, pero la experiencia misma está muerta. Existe solamente el recuerdo de la sensación de esa experiencia; y es esa sensación lo que deseáis que continúe. Y donde hay continuidad, evidentemente, no hay renovación. Y, sin embargo, eso es lo que la mayoría de nosotros desea: deseamos continuar.
Deseamos continuar con nuestras preocupaciones, con nuestros placeres, con nuestros recuerdos; y por eso la mayoría de nosotros somos realmente incapaces de crear. No existe posibilidad de un renacimiento, de una renovación. Antes bien, si cada día muriésemos, si terminásemos al final de cada día con todas nuestras preocupaciones, con todos nuestros celos, con todas nuestras idioteces y vanidades, con nuestra cruel murmuración, con todo eso tan conocido; si cada día llegásemos a un final y no trasladásemos todo eso al mañana, entonces habría una posibilidad de renovación, ¿no es cierto?
Así, pues, ¿por qué acumulamos? ¿Y qué es lo que acumulamos, fuera de muebles y algunas otras cosas? ¿Qué es lo que acumulamos? Ideas, palabras y recuerdos, ¿no es así? Y con esas cosas vivimos; somos esas cosas. Con esas cosas queremos vivir, queremos continuar. Pero si no continuásemos, habría la posibilidad de una nueva comprensión, de una nueva oportunidad. Esto no es metafísico, esto no es algo fantástico. Experimentad con ello vosotros mismos y veréis que ocurre una cosa extraordinaria. ¿Cómo se preocupa la mente por un problema una y otra vez, cada vez más, día tras día? Una mente así es incapaz, evidentemente, de ver algo nuevo, ¿no es cierto? Estamos enredados en nuestras creencias: religiosas, sociológicas o de cualquiera otra índole; y uno mismo es esas creencias. Las creencias son palabras, y la palabra cobra importancia; y así vivimos en una sensación que deseamos continúe, y por lo tanto no hay renovación. Pero si uno no continúa, si no da continuidad a una preocupación, sino que medita al respecto, penetra plenamente en ella y la disuelve, entonces la mente está despejada para enfrentar alguna otra cosa de un modo nuevo.
Mas la dificultad estriba en que casi todos deseamos vivir en el pasado, en los recuerdos pasados, o en el futuro, en las esperanzas y anhelos del porvenir; lo que indica que el presente no es significativo, por lo cual vivimos en el ayer y en el mañana y damos continuidad a ambos. Si uno realmente experimenta con esto, muriendo de veras cada día, cada minuto, para todo aquello que ha acumulado, surge una posibilidad de inmortalidad. La inmortalidad no es continuidad, la cual es tiempo, simplemente. Sólo hay continuidad para la memoria para las ideas, para las palabras. Pero cuando se está libre de continuidad, entonces hay un estado de "atemporalidad" que no puede comprenderse si sois mero resultado de la continuidad. Por tanto, es importante morir cada minuto y nacer otra vez, no como erais ayer. Esto es muy importante, en realidad, si queréis profundizarlo seriamente.
Porque en esto existe una posibilidad de creación, de transformación. Y la vida de casi todos nosotros es tan desdichada porque no sabemos cómo renovarnos; estamos agotados, nos vemos destruidos por el ayer, por los recuerdos, los reveses, las desdichas, los incidentes, los fracasos del ayer. El ayer pesa sobre nuestra mente y corazón; y con esa carga queremos comprender algo que no puede ser comprendido dentro de los límites del tiempo. Y por eso es esencial, si uno ha de ser creador en el sentido profundo de la palabra, que haya muerte para todas las acumulaciones de cada minuto. Esto no es fantástico, esto no es una experiencia mística. Uno puede experimentar esto directamente, simplemente, cuando uno comprende todo el significado de cómo el tiempo, como continuidad, impide la "creatividad".
Del libro "El conocimiento de uno mismo"
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